Una mirada a la educación



Nos jugamos que el conjunto de modos de vida y costumbres, que es la cultura, del mañana sea más rico y más libre que el de hoy.
Será por la fechas, será por ver el revoloteo de mochilas y escuchar de nuevo la alegría de los más pequeños en tropel, será como sea pero hoy sentimos la necesidad de fijar nuestra atención en un tema por el que, reconozco mi debilidad, uno siente una atracción especial: la educación.

Para acompañarnos en esa reflexiones sobre la importancia, mejor dicho, sobre la transcendencia de la educación, le ofrecemos en este número de vuelta del verano dos temas relacionados con el mundo escolar de hondo calado. El primero es un recorrido por la vida y la obra de un docente ejemplar Manuel Siurot, abogado, magistrado suplente, diputado de la Asamblea Nacional, embajador extraordinario en misiones hispanoamericanas, escritor y periodista, que abandonó su carrera política y jurídica para dedicarse a la gran obra social de la educación de los niños pobres. Un modelo perfecto para la reflexión.

El segundo punto de interés es un trabajo de Antonio Montero, pedagogo e inspector  de educación sobre las dificultades que presenta el cambio de los sistemas educativos en nuestra sociedad actual a cusa de las supersticiones e inercias de la comunidad escolar. En este artículo se ponen de manifiesto también algunos de los problemas básicos de nuestro actual sistema educativo. Un análisis perfecto desde el punto de vista técnico y profesional.

Siendo la educación uno de los temas de mayor preocupación social y sobre el que pende la solución de buena parte de la problemática social del futuro, es imposible encontrar en nuestro país el consenso político suficiente para abordarlo con amplitud de miras.

Ello nace de la circunstancia de que precisamente es la edad escolar la etapa más propicia para la siembra de las ideas. El momento ideal del sembrado para dejar caer las semillas de lo que la sociedad actual considera cosecha más provechosa. Y ahí precisamente aparece otro de los nudos gordianos del problema, pues la sociedad piensa que es a través del sistema educativo como debemos preservar los valores que consideramos elementales para el desenvolvimiento de las futuras generaciones.

En ese sentido nos disponemos a transmitir a nuestros herederos las soluciones que a nosotros nos legaron nuestros antecesores, para que les sirva de herramienta en la solución de los problemas que ellos tendrán en el futuro. Todo ello lastrado con las inercias y las supersticiones que a nosotros nos afectan. El problema por tanto no puede ser más complejo.

Por eso en tan delicadísima materia no conviene simplificar, mirar para otro lado y desentenderse dejando a otros la responsabilidad de resolverlo. Necesita de todo nuestro esfuerzo y nuestra energía, nos estamos jugando un mundo mejor, una cultura distinta capaz de abordar los retos que se le presente mañana a nuestra sociedad.

Para eso se requiere lo mejor de todos, la excelencia. Ay, la excelencia, en esta ciudad de las chapuzas y del vámonos que nos vamos y del déjelo usted, que así mismo está bien, que dice Antonio Burgos. Nos jugamos que el conjunto de modos de vida y costumbres, que es la cultura, del mañana sea más rico y más libre que el de hoy. Es lo mejor que podemos hacer por nuestros descendientes.