Estamos en tiempo de vacaciones, tiempo
de cambiar de aires. Tomada la expresión al pie de la letra es absolutamente
necesaria, aunque dadas las características de la canícula de este 2015, a lo
mejor habría que decir buscar los aires que en Sevilla no han soplado durante
el mes de julio y si lo ha hecho ha sido con un solano intenso a la hora del
secarral vespertino.
Así que al sano ejercicio del descanso
estival este año tenemos que sumar el necesario respiro de abandonar la
recalentada ciudad. Acudamos al monte o a la playa buscando un poco de aire
fresco que mejore las posibilidades de nuestro descanso. Es justo y necesario.
Justificado pues el cambio de aires,
ahora nos toca plantearnos que hacer con nuestro tiempo en esto días de asueto.
Deberemos organizar nuestro tiempo de ocio entre el dolce farniente, variadas formas de pasatiempos y la contemplación
de la naturaleza, que quizás sea uno de los mejores recursos que nos pueden
brindar las vacaciones.
A este respecto, recuerdo haber vivido
momentos sublimes en la terraza mirador del ya desaparecido Hotel del Rosario de
Rota, donde después de una reconfortante siesta acudía, a la lectura del libro
que me acompañara en ese tiempo, en espera de poder contemplar desde allí
pacientemente una de las más espectaculares puestas de sol que se puedan ver,
mientras se consume el último trago de un buen escocés. Si no lo ha vivido, no
sabrá usted lo que es bueno y si lo ha
vivido, sabrá de lo que estoy hablando.
Que conste que he citado esta
experiencia, un poco decadente, porqué es mas propia de la edad que uno gasta,
pero se podía citar miles en todo nuestro incomparable entorno donde solemos
pasar estos días del verano la mayoría de los sevillanos. Y hay montones de
sitios como la terraza del Hotel del Rosario repartidos por ahí.
Aprovechen y combinen lectura con el
disfrute de la naturaleza. La mezcla resulta extraordinariamente gratificante y
placentera, carga nuestras gastadas baterías y sosiega nuestro espíritu de que
manera. Sevilla con su ajetreo cotidiano
y su inmensa soledad de los largos fines de semana le parecerá lejana y
distante, lo suficiente para apreciarla mejor a su regreso.
Si quiere un consejo, llene su tiempo de ocio de cosas distintas y
apreciables, que estén a su alcance, descanse y gratifique su espíritu. No sea
que al final se traiga de su cambio de aires solo el cabreo de la cuenta del
chiringuito desaprensivo y las numerosas incomodidades que suele proporcionar
esa salida de su hábitat más frecuente.
No habrá valido la pena.