Revueltas las piezas de nuestro rompecabezas sevillano por mor del verano, conviene, con la vuelta a la normalidad, empezar a encajarlas nuevamente para recomponer este puzzle que entendemos es la cultura sevillana. Para empezar le proponemos un reflexión sobre la educación de nuestros jóvenes conciudadanos, que a la postre tendrá mucho que ver con los aspectos culturales que presentará nuestra sociedad en el futuro.
Dejando al margen los datos de los tan publicados y denostados informes PISA, un reciente informe de la Inspección educativa de nuestra provincia, nos revela datos significativamente alarmantes: en más del 70% de los centros donde se imparte la ESO y el Bachillerato sus alumnos obtienen malos resultados. Entre las causas que están en el origen de estos pésimos datos señalan como primer problema el "déficit curricular arrastrado desde Primaria", a lo que hay que añadir el cambio metodológico entre el colegio y el instituto ("el alumno no se adapta al nuevo sistema de evaluación"), para añadir después la heterogeneidad del alumnado, la falta de trabajo en casa, el absentismo, etc. entre otras causas.
También aparece como segundo factor las familias por su falta de implicación, el escaso valor concedido al esfuerzo de sus hijos o el absentismo "consentido". El último causante de la escasez de aprobados -según el informe- es el profesorado por actuar con "excesivo rigor", su dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías, la falta de experiencia y por "autofelicitarse" de los resultados.
Dicho todo lo cual por los expertos y técnicos de la educación me van ustedes a permitir unas sencillas conclusiones al respecto. Tengo los suficientes años encima, tres hijos y un bagaje de trajín entre educadores suficiente como para concluir que el aprendizaje básico, como el más amplio bagaje cultural, se mueven por un mismo y único motor: la curiosidad.
A partir de ahí las reglas para resolver este desaguisado, que tenemos en nuestro sistema educativo, tiene unas recetas bastante sencillas. El Estado debe consensuar las materias y los contenidos que nuestros hijos deberán aprender para desenvolverse adecuadamente en su quehacer cotidiano como ciudadano. Técnicos educativos y educadores tienen que hacer una propuesta, lo más atractiva posible, de esos conocimientos, para que los jóvenes en sus distintas etapas sienta curiosidad e interés por conocer esos contenidos, así como desarrollar las destrezas derivadas de los mismos. Y finalmente la familias tienen que hacer llegar a sus hijos la utilidad práctica de la adquisición de esos conocimientos. Todo lo demás tienen que ser instrumentos que permitan el correcto desarrollo de este proceso para conseguir los mejores resultados.
En este tema como en tantos otros los árboles no nos dejen ver el bosque. Los únicos que no son culpables del fracaso escolar son los niños, todos los demás tenemos nuestra cuota parte de responsabilidad y todos los demás somos responsables de que la sociedad que nos tiene que suceder responda a las mejores expectativas vitales que le permita resolver las dificultades del cotidiano vivir así como disfrutar de tanta belleza como la vida nos ofrece.
Mientras sigamos cargando el debate de conceptos ideológicos, rumiando conceptos inaccesibles, adoptando actitudes proteccionistas con nuestros hijos y exigentes y recriminatorias –hasta violentas en algunos casos– con los responsables de su educación, los resultados de lo cosechado seguirán siendo descorazonadores y todos conocemos sus consecuencias. Les invito a reflexionar sobre el tema, merece la pena, es mucho lo que nos jugamos.