Estos días gozosos de mediada la
primavera con sus mañanas espléndidas y su tardes inabarcables, son ideales
para el propósito de estas líneas que en el fondo no es más que una nueva
invitación a conocer Sevilla. Y, para conocer una ciudad no hay mejor
recomendación que recorrerla, pasear por ella callejeando.
Dice Manuel Jesús Roldán, pocos guías
como él, “que los lugares sólo se descubren caminado con pies calzado de alma
virginal dispuesta a vivir historias de ayer y de hoy, a oler aromas tangibles
e intangibles, a contemplar con ojos del alma y del corazón. Callejear por esos
lugares exige despojarse de toda consideración previa”.
Lo bueno que tiene Sevilla es que se
puede ir a pie a todos los lugares más emblemáticos. Es una ciudad que parece
diseñada para pasear, pasear por sus barrios, por el Parque de María Luisa, a
la vera del río o por las calles de Triana. El casco antiguo de Sevilla es un
poliedro abarcable, que combina el mudéjar con el gótico, el barroco, el
plateresco o, más recientemente con el regionalismo y el racionalismo.
En sus calles encontramos una sucesión de
edificios históricos, admirables templos, casonas y palacios, conventos cuyas espadañas apunta al
cielo como saetas, patios íntimos y perfumados o corrales de vecinos. Cargados
de acontecimientos históricos y cuna de un buen número de hijos ilustres y
notables que dieron gloria y esplendor a la ciudad.
Pero todo esto, de lo que se habla mucho
y se escribe más, en realidad no es más que una entelequia que sólo se puede
materializar ante los ojos del caminante sin prisas, del divagador sin
prejuicios, del observador que mira con la curiosidad y la inquietud del niño.
Es entonces cuando la ciudad aparece ante nosotros con todo su esplendor, así
como la vieron tantos paseantes que quedaron rendidos a sus encantos.
Decía Ortega que una obra de arte no es
tal hasta que no la contemplan los ojos del espectador. A Sevilla le pasa mucho
eso, que los sevillanos hablan maravillas de su ciudad sin haberla
descubierto por ellos mismos, por lo tanto sin haberla disfrutado y es
necesario animarles a que lo hagan que aprovechen los días esplendorosos de esta
tierra para pasear, recorrer y callejear Sevilla para descubrirla y conocerla
por ellos mismos y así amarla y disfrutarla con propiedad.
Tenemos el privilegio de vivir en una
ciudad única, no perdamos la oportunidad de descubrirla y atraparla, de hacerla
realidad. Póngase un calzado cómodo e
inicie ese paseo que le hará sentir el orgullo, de verdad, de ser sevillano.