De pregoneros y pregones



En el tiempo que ustedes, queridos amigos, disfrutan de esta  revista los pregoneros de la política habrán silenciado, para dar paso a las urnas y escuchar el pregón de los ciudadanos, que es el que conviene escuchar con atención.

Entre el estruendo de la campaña se nos habrá colado la primavera, en cuyo honor antiguamente se celebraban pregones y justas poéticas de exaltación. Eso pasó a la historia, ahora casi no nos queda más que el artículo de D. Antonio Burgos, en el que recrea literariamente como descubre la presencia del primer azahar para llevárselo a Dª Isabel como todos los años.

Y finalmente llegará el pregón, eso, el Pregón de la Semana Santa, con toda su parafernalia en la que este año un médico ginecólgo, poeta eso sí, exaltará la Semana Grande de Sevilla en un acto que supone la última meta volante antes de la gran final del Domingo de estrenos. Como siempre dará para todos los comentarios. Ya verán.

Las promulgaciones públicas de ideas y elogios tiene algunos riesgos que no debemos pasar por alto, por ejemplo: En todas las campañas electorales escuchamos indefectiblemente tres mensajes, La modernización, acabar con los corruptos y terminar con el paro. Digo yo que cuando se repite convocatoria tras convocatoria quiere decir ni nos modernizamos, ni acabar con los chorizos es tan fácil y por supuesto dar de trabajo a los desocupados no es tarea de voluntad, sino de acierto y de eso parece que haya poco.

Otro de los riesgos es el de la originalidad. Ser originales en el Pregón de la Semana Santa, significa salirse de los cánones y eso es pecado de lesa humanidad en nuestra ciudad. De manera que podremos escuchar tras el intento del pregonero que lo haya osado aquello de: No si original si ha sido, pero le ha faltado el toque de emoción que da lo clásico lo tradicional, es decir le faltaba la dosis de Ripioversiculina que señala como nadie Paco Robles.

Así que digo yo que si no hay mensaje nuevo que transmitir y que lo único que varía es el pregonero, porqué no nos ahorramos tanto ruido y nos dedicamos a pasear por Sevilla y esperamos que aparezca el primer brote de la flor del naranjo para llevárselo a la persona que queramos para anunciarle que ya está aquí la primavera, que llega el tiempo mágico de esta ciudad, el que la hará desbordarse en todo su esplendor.

Pero entonces no habría pregoneros, y es, que señores ser pregonero en Sevilla es muy importante, todo un grado, diría yo para sus ciudadanos. No hay más que ver a los pregoneros de uno y otro ámbito besando y abrazando a todo el mundo. Así que me temo que ni haya modernización, ni cesen el paro y la corrupción. Ni el pregón de Semana Santa rompa ningún molde. Nuestra sociedad está necesitada de pregoneros y pregones que nos hagan creer por unos días que la realidad es distinta a como la vemos. Así que ¡vivan los pregones! Y por supuesto los pregoneros.

Tiempos agitados



En primer lugar, quiero pedirles perdón por el retraso en la salida de este número 21 de la publicación Sevilla en tus manos que hoy les hacemos llegar. Circunstancias de salud me han impedido completarla a tiempo para, que como en todos los casos anteriores, haber cumplido el compromiso de poner al principio de cada quincena toda la cultura de Sevilla en sus manos.

Recuperado por tanto de los percances de salud fijamos nuestra atención sobre los agitados tiempos que corren. Elecciones políticas, que condicionan en tanto la actividad cultural, y los medios de comunicación. Agitación propia de la Cuaresma en hermandades y cofradías que viven multitud de actos cofrades y litúrgicos con el celo desatado ante el olor de incienso y torrijas. Las fechas se acercan y la ciudad vive sin vivir en ella.

Cierto es que los tiempos de agitación no son demasiado proclives a la reflexión y al ensimismamiento que requieren la creación cultural, pero no es menos cierto que en toda esa actividad agitada se desarrolla una especie de puesta en escena de lo mejor y lo peor de cada casa y en algo esto también es un reflejo de nuestra cultura popular más sevillana.

Por otro lado, las temperaturas se van suavizando, y muy pronto empezarán los brotes del azahar y el despuntar de las acacias, y la ciudad cambiará de decorado y así ofrecernos el mejor escenario para nuestras fiestas mayores abrileñas y con ellas la explosión de la primavera sevillana. Sin darnos cuenta y cuando esta alcance todo su esplendor, la comunidad y el ayuntamiento habrán renovado sus equipos de gobierno. Que Dios reparta suerte y que sea lo mejor para nuestra ciudad y su desarrollo cultural.

Sevilla se va despertando por tanto entre capirotes y tintorería de túnicas y trajes de flamenca, entre la ropita de estreno para el Domingo de Ramos, abonos de palcos y sillas y los comentarios al pregón. Para después pasar a los abonos taurinos, caballos, enganches y tertulias en las casetas de Feria. Se cumplirá así el rito cíclico de nuestra ciudad que explotará en un ambiente de pasión y color únicos en el mundo.

Nosotros mientras tanto ya hemos cumplido un año de esta publicación que, con su acogida y cariño, sigue navegando y da aliento a nuestro esfuerzo por vivir y acercar a todos, lo que la cultura representa en nuestra ciudad y para nuestra ciudad. Un millón de gracias por su atención.