Tiempo de nostalgia. Tiempo de esperanza



Inexorablemente como ocurre después de cada ciclo del planeta alrededor del sol, entramos en la recta final de 2014 dispuestos a vivir días de nostalgia y de esperanza.

La primera estación será la Navidad, la fiesta que conjuga a la vez tiempos de ternura y felicidad con los de rechazo e inquina. Los sentimientos encontrados aparecen estos días con suma facilidad pero el componente más estable es el construido con la nostalgia. Si algo hace a estas fechas profundas es el recuerdo del paraíso y los seres queridos, perdidos.

Ese debería ser el objetivo de todas las reuniones y encuentros que se programan estos días, porque ese sentimiento los llenará de emociones. Si el sentido de nuestras relaciones es el de divertirnos, nos costará más trabajo conseguirlo; es más cabe la posibilidad que el rebufo de la nostalgia acabe empañando nuestra mirada hacia el disfrute.

En realidad el mejor plan para estos días es el recuerdo de nuestra infancia contrastado con la actualidad y notar la ausencia de los que nos quisieron y ya no están entre nosotros para poner en valor a los que ahora están a nuestro lado y nos acompañan con su afecto. ¿Distintos verdad? Sí, pero necesarios ambos para que esta cadena afectiva no se rompa y pueda vivir en estos días toda su grandeza y quizás sus pequeñas miserias.

El segundo acto será la despedida del calendario, tiempo movido por la esperanza independientemente de lo que haya deparado el año que se marcha. Ese camino ya nos lo apunta, en los días previos a la Navidad, la Esperanza de los sevillanos cuando baja en su besamanos a acercarse a todo al que a Ella llega para irradiarle el gran sentimiento de la vida, la esperanza.

Ese será el gran motor que nos ayude a superar nuestras debilidades y dificultades el que nos permitirá mantener la ilusión por las cosas que hacemos y que llenará de luz nuestras tinieblas, lo que nos permita afirmar que el año próximo será mejor que el que se va, y si no lo fuese será la primera piedra de años mejores. Y así nos llenara de savia nueva, la que nos permite seguir vivos.

Pero también es momento de hacer balance. El año que nos deja nos ha quitado a Fernando Ortiz, Rafael de Cózar y Juan Roldán de entre los más cercanos, es lo que tienen los años siempre nos arrebatan demasiado. A cambio nos han traído esta revista digital para acercarnos a todos los que quieran y se interesen por la cultura sevillana, la de hoy y la de ayer; por los acontecimientos y personajes que la hicieron grande y única para que de esa manera el tiempo nos los pueda arrebatar físicamente pero sigan vivos en la memoria de todos.

Disfruten lo mejor que puedan de estas fiestas, nosotros les dejamos en Paz hasta el 16 de enero  cuando volveremos para poner la cultura de Sevilla en sus manos.

La devoción Mariana de Sevilla



Entre los muchos títulos y honores que tiene nuestra ciudad figura el de Mariana, que si no recuerdo mal le concedió el General Franco curiosamente el seis de diciembre de 1946, culminando así una iniciativa de D. Antonio Filpo Rojas en tiempos del Cardenal Segura. Casí ná.

Es realmente sorprendente que esta ciudad adalid del concepcionismo, ahí tenemos a Juan de Pineda o a Miguel del Cid que lo avalan, sea a la vez una de las ciudades más hedonistas y pasionales del mundo„ y eso naturalmente, sólo puede tener cabida en una ciudad dual y llena de contradicciones como es Sevilla, y ese hecho queda bastante patente, por ejemplo, durante la Romería del Rocío.

Hay quién sostiene la teoría de que nuestra devoción mariana, viene de la adoración a las deidades femeninas de tartesos, íberos y romanos. Es posible que antropológicamente eso sea así, pero habría que buscar la raíz del porqué de esa devoción que escapa en mucho a los criterios más racionalistas y para muestra un botón:

Cuentan de Pepe Díaz, el dirigente comunista de los tiempos de la agitación republicana, que acompañando a unos dirigentes soviéticos que había acudido a un congreso del partido que se celebró en Sevilla en la semana Santa de 1932, les comentó que el tenía que ir a ver a la Macarena en su salida procesional, ya en la mañana del Viernes Santo; ante lo que estos se mostraron absolutamente sorprendidos. Entonces él les respondió que una cosa era la religión y otra la devoción a la Macarena.

A lo mejor todo se ve más fácil desde el punto de vista meramente humano. Los sevillanos vemos en la Virgen la representación de la madre protectora que todo lo comprende y que todo lo perdona. La figura que nos acoge en su seno y en sus brazos cuando nos sentimos cansados, débiles y desprotegidos. Ella nos recibe, nos cuida y nos alienta con un amor infinito. Una madre bella y hermosa  como nos dejó Murillo en sus Inmaculadas a la que sus hijos, en agradecimiento, ensalzan, engalanan y enriquecen para que reluzca toda su hermosura, como ocurre con nuestras dolorosas y esperanzas de la Pasión.

Recuerden ustedes que antiguamente, con más acierto diría yo, el ocho de diciembre  se celebraba el día de la Madre, lo que le daba pleno sentido a las dos celebraciones. Luego por razones de otra índole se trasladó al primer domingo de mayo. Desde esa perspectiva se comprende mejor  todo el concepto devocional e incluso el difuso valor de la pureza, que los humanos difícilmente reconocemos en un ser que no sea nuestra madre.

Todo este flujo sentimental revive entre nuestras tradiciones en estos días. Bailan los “seises” en la liturgia catedralicia y cantan los “tunos” en la Vigilia de la Plaza el Triunfo en honor de la Pura y Limpia, y nuestro corazón se llena de nostalgia por que nos recuerda al ser eje de nuestras vidas: la que nos concibió en su seno, parió y cuidó, sobre todo si ya no está entre nosotros. Así es más fácil entender el misterio, así es hasta sencillo comprender el origen de nuestra devoción.

Los cielos que perdimos.



Se cumple este año de 2014 nada menos que el ciento diez aniversario del nacimiento, y cuarenta y cinco de la muerte de Joaquín Romero Murube, por lo que nos ha parecido más que oportuno dedicar a su figura este número de Sevilla en tus manos. El autor de Sevilla en los labios me va a dar buena parte de este rompecabezas hecho.

Decía el maestro en sevillanía en el prólogo del citado libro lo siguiente:

“Odiamos el narcisismo localista y todo lo que en arte pueda significar un tope o una limitación.
Queremos una Sevilla universal, dentro de esas normas propias y características que hacen de las ciudades valores apartes y comunes como rosas de distintos aromas y colores. Creemos que, literaria y artísticamente, los sevillanos deben esforzarse en lograr expandir esa enorme fuerza centrípeta que contrae la sugestión de la ciudad al encanto de un patio, al primor de una página o al círculo mínimo y cordial de una copa de vino. Hay que hacer Sevilla para el mundo, ya que también sabemos hacérnosla —recreación— para nosotros.
Nuestra mayor aspiración es que la lectura de este libro no pierda sus contornos, ni sus profundos rumores sentimentales, lejos de la ciudad que los ha hecho nacer. Queremos a Sevilla lejos: en las aulas de cualquier universidad americana, en las playas frías de cualquier país nórdico, en las salas de lecturas de los hoteles más internacionales, el Winter-Palace, de Luxor, por ejemplo.”

Ante lo expuesto no podemos más que decir: ¡Cuánto tiempo perdido! ¿Cuantos cielos tendremos que perder, más, para darnos cuenta de la realidad de Sevilla? ¿Cuánto tiempo seguiremos los sevillanos mirándonos el ombligo ensimismados en nuestro pequeño mundo?

Y como hoy no tengo mucha ganas de escribir, la confirmación a las palabras de Romero Murube las va a poner Arturo Pérez Reverte, cuyo artículo ganador del premio periodístico de ABC en honor del poeta de Los Palacios, incluimos en la firma invitada de nuestro número, bajo el título de Esta larga jornada urbana donde nos deja caer las siguientes lindezas:

“Y en fin. Observando las fotografías que acabamos de ver me preguntaba qué llegaría a ser esta bellísima ciudad si pensara más en sus propios museos y bibliotecas y dejara de narcisear satisfecha, ensimismada en su barroco reflejo. Si se volviera abierta al mundo, lúcida e inteligente, con la cultura como estandarte. Me refiero a la cultura con mayúscula, naturalmente. La de verdad. La que va mas allá de los límites y los barrios y las fronteras, las espadañas y sus correspondientes retablos, la Giralda, la tapa en el bar Tal o Cual, las cofradías de Semana Santa, el carnet de este o aquel equipo de fútbol. Pero esa sería otra Sevilla, claro. Y este sería otro libro.”

A lo que digo yo: Qué curioso que dos plumas tan agudas y brillantes como la de Romero Murube y Pérez Reverte, e incluso tan distantes en el tiempo vengan a concluir  el mismo diagnóstico, La necesidad de que Sevilla salga de si misma de su autocomplacencia y se proyecte al mundo desde la fuerza de su cultura. Que piense más en potenciar sus museos y sus bibliotecas; que abra las ventanas de su círculo viciado para que entre aire nuevo, nuevas corrientes artísticas y que proyecte nuevos horizontes para sus creadores. No hace falta abandonar lo otro, lo tradicionalmente sevillano, no. Hace falta potenciar lo demás para que nuestra ciudad sea cada vez más universal y sus hijos cada vez más hombres de su tiempo.

La pregunta que se desprende es fácil ¿Hay alguien en esta ciudad que esté dispuesto a liderar tan necesaria tarea? Si lo conoce alguno de ustedes avise, es urgente descubrirlo. No podemos perder más cielos.

Hojas doradas


El suelo empieza a llenarse de hojas secas: los árboles, de hoja caduca, comienzan a desprenderse de su hojarasca, que ante la debilidad creciente de la luz en el otoño ya no le permiten captar energía de ellas y a las que habría que alimentar de una savia cada vez más escasa. La naturaleza que es sabía, bastante más que la sociedad, tiene este proceso convenientemente estructurado y ello nos permite contemplar un bello paisaje lleno de dorados y ocres entre una débil luz que llena nuestra alma de nostalgia.

Quizás sea por eso que la humanidad conmemora en esta fecha un proceso similar que lleva a cabo la naturaleza con nuestras propias vidas y nos reúne en estos días en celebrar la fiesta del recuerdo a los que ya no están, a los que se fueron por un proceso similar al de los árboles con nuestras vidas. El ciclo de vida y la selección natural se cumple con la precisión que solo el universo alcanza.

Estos procesos que están tan sumidos en la sociedad no se tienen tan presentes en muchos aspectos de la vida actual. Así hay corrientes de opinión, generalmente intencionadas, que pretende sostener actividades que no son capaces de generar la suficiente savia para vivir y sostenerse y entonces se pretende reivindicar que se entierren recursos en sostener con vida asistida aquellos proyectos incapaces de sobrevivir con el argumento de su utilidad social.

Uno de los casos más significativos es el de la cultura,  y esto seguro que me genera un buen número de críticas, donde se pueden detallar las dádivas repartidas a la edición de libros cuyo análisis daría para publicar todo un libro, naturalmente subvencionado. También es necesario llamar la atención sobre las subvenciones a la creación cinematográfica en la que se han invertido cantidades millonarias para la producción de un importante número de películas infumables para el público en general pero que, eso sí, ha mantenido satisfecha a una buena parte de los iconos del gremio que naturalmente están dispuestos a salir, con todo su poder mediático, en la defensa obscena de sus benefactores.

Así seguramente se podrían enumerar otra buena pléyade de casos que harían inagotable este artículo y otros tantos más. Pero no le vamos a aburrir con la sarta de despropósitos que han invadido de filfas nuestra “Industria cultural”. Ahora vienen las vacas flacas y nadie quiere perder las mamelas, y como hay pavor a salir a competir por el interés de lectores y espectadores, desaparecen haciendo mutis por el foro. Ruina total.

Destínese el dinero de la cultura a desarrollar programas de animación a la lectura y a la atracción por el cine, apóyese la cultura con elementos de divulgación difusión y apoyo a los que tienen el valor de salir a competir y jugarse su  dinero, su patrimonio y su prestigio, pero para atraer a los aficionados a los usuario de la industria, no a los creadores por que nos podremos encontrar una vez más con daños irreparables para la cultura, que es lo que de verdad importa. Apoyemos a nuevos creadores con medidas fiscales transparentes, facilitándole la difusión y divulgación de sus creaciones para que puedan llegar a los usuarios, animando a estos a acercarse a conocer sus productos culturales, a lo mejor por ahí se consigue algo más. Pongan las instituciones todos los medios materiales e instalaciones  a su servicios, puede que así sí consigamos con menos recursos materiales hasta mejores resultados.

Dicho todo lo anterior referido a la generalidad de nuestro país, nos referimos ahora a los mas cercano. La cultura sevillana esta secuestrada por organizaciones rancias, y casposas, eso sí, sometidas y controladas por intereses dominantes. Cualquier proyecto cultural que surja independiente y no controlado, es como mínimo sospechoso, si se le puede asfixiar, mejor. Es curioso, toda la caterva se agrupa para proteger lo añejo. ¡Qué emoción! ¡Qué pena de ciudad! Menos mal que las calles, al menos,  se empiezan a llenar de hojas muertas.

La luz del otoño y Velázquez



La luz del otoño se encarga de afinar los rasgos de Sevilla que, como una mujer, conserva lo mejor de su hermosura en cuatro rincones de su cuerpo y se deja pintar por los pinceles de los impresionistas que le sacan los colores. La luz se filtra entre los ocres de los árboles para difuminar la belleza de sus legendarias piedras resaltando la hermosura de sus adornos barrocos.

En los atardeceres se degrada del rosa al malva en el momento que los entreluces sirven para arrebatar sin remedio a los que la contemplan a esa hora llena de serenidad y belleza madura. Sin duda el otoño proporciona a Sevilla una gama de matices que enriquecen cualquier estudio sobre el color.

¿Influyó toda esa belleza en la obra de Velázquez? Sin duda, como sin duda acabara atrapando al puñado de expertos que acudirán a Sevilla para reflexionar y discutir sobre la obra de este sevillano universal, con motivo del Simposio Internacional que en estos días se celebra en nuestra ciudad.

El gran pintor sevillano, después de cuya obra, la pintura ya no será igual, vuelve a nuestra ciudad de la mano del lienzo, La educación de la Virgen, que gracias a los trabajos de investigación de la Universidad de Yale y al mecenazgo de Emilio Botín que ha muerto sin poder contemplar el regreso del maestro y su obra perdida a su tierra natal.

Comprendo que no corren tiempos para grandes ilusiones, pero nada engrandecería más a Sevilla que contar con un espacio dedicado a Velázquez, por el que, aunque de manera temporal, fuera rotando la ingente obra del discípulo y yerno de Francisco Pacheco amamantado en su taller de la Alameda de Hércules.  Así los sevillanos y los extranjeros que nos visitaran encontrarían que el pintor sigue viviendo en la ciudad donde vio la luz y donde se crio artísticamente para configurar su genial obra gozo de toda la humanidad.

Este espacio podría servir además como centro permanente de estudio de su vida y su obra invitando a los mejores expertos en su obra en todo el mundo a impartir seminarios y conferencias sobre sus trabajos e investigaciones. Bonito, ¿verdad? Pues se acabó el sueño, la realidad, la más cruda realidad es que en el Museo de Sevilla normalmente solo se puede contemplar el Retrato de Cristóbal Suarez de Ribera.

Aprovechemos por tanto esta presencia de Velázquez en nuestra ciudad, para conocer mejor al genio y a su obra y poder comprobar como el pintor hace etérea la materia haciéndola hervir, como dice Camón Aznar, en la llama fría de la abstracción entregando al mundo unas posibilidades de expresión de las que posteriormente se han ido sacando las últimas consecuencias. ¡Qué bien pinta Cervantes con la pluma y que bien escribe Velázquez con el pincel!

Mientras tanto disfrutemos de la luz del otoño en Sevilla para disfrutar de otra obra maestra, su reflejo sobre la hermosura de esta ciudad universal. Al fin y al cabo seguro que Velázquez mantuvo esas imágenes en su retina hasta que con su genio fue capaz de trasladarla al lienzo y dejar la belleza plasmada en sus obras para admiración de la humanidad. Ya lo dijo Borges para definir su ceguera, Sevilla en otoño es una dulzura, un regreso.

Sevilla y la gran aventura del Descubrimiento



El 12 de octubre de 1492 es sin duda una fecha transcendente para la Humanidad.
El mundo entró en la era moderna y comenzó la globalidad, el Viejo y el Nuevo Mundo se encontraron y desde entonces comparten la historia, las riquezas y las ideas. Se dejó atrás la oscuridad de nuestra edad media y la ignorancia de sus civilizaciones. Desde ese instante nada sería igual.

Sevilla fue pieza clave de ese acontecimiento, su estratégica posición de puerto interior, mucho más seguro en la época, la convirtieron en la lanzadera de ese “puente marítimo” que unía las dos orillas del Atlántico y eso, la convirtió en la urbe más importante de su tiempo, durante todo el siglo XVI.

El núcleo financiero de Europa, que había estado en los Países Bajos se traslada a Sevilla. Además, el aumento de la actividad mercantil y financiera de Sevilla atrajo a muchos castellanos y extranjeros que acudieron a ella, unos para avecindarse, otros para embarcarse hacia el Nuevo Mundo, buscando nuevas oportunidades. Las calles de Sevilla eran un continuo ir y venir de viajeros, de todas las clases sociales.

A pesar de la progresiva decadencia en la que entró nuestra ciudad con la marcha a Cádiz de la sede de la casa de la contratación, América había configurado definitivamente a Sevilla. Ya nada sería igual, se había convertido en la ciudad más americana de España, sin dejar de ser la más española, y su huella la consagró como la sede y guardiana de toda la gran epopeya del Descubrimiento.

Un sevillano, fray Bartolomé de las Casas, se convirtió en el primer gran valedor de sus gentes. Denunció los excesos de los pioneros y defendió ante el poder los derechos de los nuevos ciudadanos incorporados a la corona. Su ingente obra dio pie también a los enemigos de España, para que escribieran y divulgarán las páginas más negras de nuestra historia común.

El florecimiento económico de Sevilla dio paso a la generación de creación artística tan espectacular como el Barroco. La ciudad se llenó de genios creadores de la pintura, la escultura, la literatura y la misma se engalanó con los mejores adornos del estilo. Así sus iglesias y conventos se adornaron de arquitectura, retablos, pinturas e imágenes que son admiración del mundo y llenan la ciudad de valores únicos.

Pero después de la gran huella que el Descubrimiento dejó en Sevilla, la ciudad ha seguido siendo marcada por el gran acontecimiento histórico. Así la Sevilla del siglo XX queda configurada por el recuerdo de la gesta. La Exposición de 1929, no es baladí que fuera Iberoamericana, supuso la primera transformación de la misma y la entrada de Sevilla en el siglo XX y ya en las postrimerías de la pasada centuria la de 1992, en conmemoración –como no–  del 500 aniversario de 1492, situó a Sevilla en el siglo XXI y configuran la ciudad en la que hoy vivimos, sufrimos y disfrutamos.

Vale la pena, por tanto, que recordemos la importancia de lo que por estos días se celebra, que es nada más y nada menos que uno de los grandes gestos de la aventura humana, sino además el papel que en ella tuvo Sevilla y lo que ha significado para una ciudad que rezuma América por todos sus poros.

Platero y yo, y la creación artística



Se cumplen ahora cien años de la publicación de Platero y yo que, como es bien conocido, no era un libro para niños, pues Juan Ramón ya lo expresa en su prologuillo: Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, está escrito para... ¡Qué sé yo para quién!..., para quien escribimos los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!

Esto nos da pie para  poner nuestra mirada sobre la figura de Juan Ramón Jiménez y su obra, y además algunas reflexiones sobre la creación, literaria, el éxito de los trabajos de creación artística y la belleza de la sencillez.

¿Qué tiene este breve libro, esta pequeña obra, que la convierte en la tercera más traducida a diferentes idiomas y lenguajes del mundo después de la Biblia y El Quijote?

¿Como puede ser que uno de los hombres más desdichados y atormentados de su tiempo haya podido escribir unas páginas tan maravillosas? Seguramente estemos ante el gran secreto de la creación humana. La explosión de las palabras que expresan la belleza y la grandeza de la vida.

Conviene recordar que Juan Ramón escribió Platero durante su estancia en Moguer a partir de 1905 mientras se recuperaba de una recaída en su delicada salud anímica, envuelto en un ambiente de ruina familiar y con una fuerte inclinación al suicidio. Es decir una de sus épocas más difíciles y atormentadas y bajo la influencia de la primera fase de su obra de creación, inspirada en las corrientes del becquerismo y la poesía popularista, estudiada por las corrientes krausistas, de las que se empapó precisamente durante su estancia en Sevilla.

Presumiblemente durante sus paseos por el campo por Fuentepiña, Juan Ramón sintiera la necesidad de expresar su fascinación por la luz y los juegos con la realidad que esta le proporcionaba, de manera que las cosas transformadas le parecieran otras, y que de niño le hicieron sentir la emoción con la belleza del campo, los cambios de estación y de la luz durante el día. Encuentra en Platero la figura con quién dialogar, para transmitirle todos los detalles que él es capaz de captar, y que a la mayoría pasan desapercibidos, y presentarlos como formas de ideal.

Así nace esta serie de estampas con su texto en prosa poética estético, moral y espiritual, que es Platero, y que resultan  clave y centro de la poesía de Juan Ramón Jiménez. Éste, seguramente influenciado por el carácter sencillo de su argumento, los diálogos con un asnucho decía, las guardó para incluirlas en una posible edición de  sus obras completas, que es lo que piensa todo autor cuando no le ve entidad de reconocimiento individual a lo creado.

Pero el azar hizo lo restante:
«Antes -escribe Juan Ramón-, cuando volvía a casa por la Castellana, me encontré a Acebal, el director de La Lectura. Hablando de la biblioteca (que ahora va a publicar) para niños, me rogó que hiciera alguna cosa a propósito».
«Yo había pensado, hace meses -continúa el poeta-, darle una 'Elegía' en prosa que tengo escrita; unas escenas entre el asnucho y yo. Pero como ahora este librito va en la edición completa de mis obras, no me conviene darlo... Le he propuesto una traducción del libro de Tagore que esta tarde me ha enseñado usted...».
Pero su amada Zenobia, retrasó la traducción de Tagore que él había prometido entregar y para la que tenía que contar con la gran ayuda de ella.
Entonces, ante la imposibilidad de poder hacerlo en ese momento con Zenobia, y ya muy agobiado, a Juan Ramón no le quedó más remedio que entregar 'Platero'.

Leí Platero y yo al final de mi adolescencia y recuerdo que me impresionó como uno de los libros trascendentes que me dejaron huella. Tardé tiempo en volver a encontrar la belleza en un libro, hallaba otras cosas, pero no la hermosura  a raudales de la obra de Juan Ramón. Platero y yo es una obra de arte. Sólo un iluminado puede escribir una cosa así. Platero y yo, es sin duda, el mejor libro de poemas en prosa de la lengua española.

Aviso a navegantes: pongan todo su esfuerzo en expresar  lo que siente con los mejores instrumentos, y las mejores técnicas para comunicarlo posibles. Si lo creado merece la pena, no se preocupen, el azar se encargará del resto.

Vuelta a la normalidad, vuelta al cole



Revueltas las piezas de nuestro rompecabezas sevillano por mor del verano, conviene, con la vuelta a la normalidad, empezar a encajarlas nuevamente para recomponer este puzzle que entendemos es la cultura sevillana. Para empezar le proponemos un reflexión sobre la educación de nuestros jóvenes conciudadanos, que a la postre tendrá mucho que ver con los aspectos culturales que presentará nuestra sociedad en el futuro.
Dejando al margen los datos de los tan publicados y denostados informes PISA, un reciente informe de la Inspección educativa de nuestra provincia, nos revela datos significativamente alarmantes: en más del 70% de los centros donde se imparte la ESO y el Bachillerato sus alumnos obtienen malos resultados. Entre las causas que están en el origen de estos pésimos datos señalan como primer problema el "déficit curricular arrastrado desde Primaria", a lo que hay que añadir el cambio metodológico entre el colegio y el instituto ("el alumno no se adapta al nuevo sistema de evaluación"), para añadir después la heterogeneidad del alumnado, la falta de trabajo en casa, el absentismo, etc. entre otras causas.
También aparece como segundo factor las familias por su falta de implicación, el escaso valor concedido al esfuerzo de sus hijos o el absentismo "consentido". El último causante de la escasez de aprobados -según el informe- es el profesorado por actuar con "excesivo rigor", su dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías, la falta de experiencia y por "autofelicitarse" de los resultados.
Dicho todo lo cual por los expertos y técnicos de la educación me van ustedes a permitir unas sencillas conclusiones al respecto. Tengo los suficientes años encima, tres hijos y un bagaje de trajín entre educadores suficiente como para concluir que el aprendizaje básico, como el más amplio bagaje cultural, se mueven por un mismo y único motor: la curiosidad.
A partir de ahí las reglas para resolver este desaguisado, que tenemos en nuestro sistema educativo, tiene unas recetas bastante sencillas. El Estado debe consensuar las materias y los contenidos que nuestros hijos deberán aprender para desenvolverse adecuadamente en su quehacer cotidiano como ciudadano. Técnicos educativos y educadores tienen que hacer una propuesta, lo más atractiva posible, de esos conocimientos, para que los jóvenes en sus distintas etapas sienta curiosidad e interés por conocer esos contenidos, así como desarrollar las destrezas derivadas de los mismos. Y finalmente la familias tienen que hacer llegar a sus hijos la utilidad práctica de la adquisición de esos conocimientos. Todo lo demás tienen que ser instrumentos que permitan el correcto desarrollo de este proceso para conseguir los mejores resultados.
En este tema como en tantos otros los árboles no nos dejen ver el bosque. Los únicos que no son culpables del fracaso escolar son los niños, todos los demás tenemos nuestra cuota parte de responsabilidad y todos los demás somos responsables de que la sociedad que nos tiene que suceder responda a las mejores expectativas vitales que le permita resolver las dificultades del cotidiano vivir así como disfrutar de tanta belleza como la vida nos ofrece.
Mientras sigamos cargando el debate de conceptos ideológicos, rumiando conceptos inaccesibles, adoptando actitudes proteccionistas con nuestros hijos y exigentes y recriminatorias –hasta violentas en algunos casos– con los responsables de su educación, los resultados de lo cosechado seguirán siendo descorazonadores y todos conocemos sus consecuencias. Les invito a reflexionar sobre el tema, merece la pena, es mucho lo que nos jugamos.

La ciudad vacía


Decía Pacheco, que es el equivalente al Baura del Maestro Manolo Martín Ferrán, que Sevilla no se llega a entender sin la dualidad, que es una ciudad bifronte. Aquí la Esperanza tiene dos caras una en la Macarena y otra en Triana. El fútbol, ya saben ustedes, una en Nervión y otra en la Palmera, y así hasta donde quieran. Y eso se produce demasiadas veces, en lo que se refiere a las prioridades culturales de la ciudad, entre San Telmo y La Casa Grande de San Francisco.

Viene esto a cuento porque contemplo impávido el alborozo de unos y el enfado de otros, respecto al acuerdo de la corporación municipal sevillana de ubicar la, tan traída y llevada, colección Bellver en el Pabellón Real de la Plaza de América, en el corazón del Parque de María Luisa.

Verán ustedes mis conocimientos sobre el arte de la pintura no me alcanzan para valorar la colección  que ha conseguido atesorar el bueno de don Mariano, pero aunque se trate de obras menores de los pintores contumbristas sevillanos, no dejan de ser obras que reflejan una corriente que retrata de manera preciocista la ciudad y una época. La colección que Bellver dona a sus conciudadanos "gratuitamente y sin el menor interés económico", está integrada por 364 pinturas, 38 esculturas de madera, 19 esculturas de mármol, 156 piezas de cerámica y porcelana, 87 piezas de orfebrería y 105 piezas de mobiliario. El conjunto abarca un amplio período cronológico que va desde el siglo XVI al XXI. Entre las piezas estudiadas por expertos como Enrique Valdivieso, Juan Miguel González y Jesús Rojas-Marcos abundan las pinturas de temática costumbrista sevillana: lienzos de José Villegas, Sánchez Perrier, Alfonso Grosso, los Bécquer, los Cabral Bejarano, Gonzalo Bilbao, Rico Cejudo...

El mecenas Bellver adquirió en su día una casa en la misma plaza del Museo para acoger su preciada colección con el fin de que el recinto pudiera ser habilitado como anexo al Convento de la Merced y exponer en ella su legado pero el asunto no ha prosperado, y tras quince años de idas y venidas de la Junta al Ayuntamiento, del Ayuntamiento a la Junta y vuelva usted mañana, el Ayuntamiento ha decido finalmente ubicarla en el citado pabellón Real . Y yo les digo una cosa, a mi me parece bastante mejor que acoja ese precioso recinto municipal una colección de arte costumbrista sevillano que una fundación para la promoción y gestión del aire de Sevilla, que luego como es natural, acaba siendo investigada por el mal uso de los fondos públicos destinados a ella. Así que me alegro porque de esta manera Sevilla tiene otro Museo de los que la ciudad no está precisamente sobrada.

En el lado opuesto de esta polémica otra buena noticia para Sevilla y Triana, la inauguración del Centro Cerámica Triana un nuevo espacio cultural. Este nuevo espacio, musealizado por el profesor Alfonso Pleguezuelo está construido en dos niveles. En la primera planta se expone la historia y la tradición alfarera de Sevilla con un recorrido por los hornos y otras estructuras que han sido restaurados. En la segunda, alberga el centro de interpretación Aquí Triana, que proporcionará al visitante itinerarios por los recursos patrimoniales del barrio y mostrará sus tradiciones y su vinculación con el río. Además, este espacio superior acoge una colección que incluye piezas de Cerámicas Santa Ana, Santa Clara, Pickman y la Colección Carranza, junto con otras que han llegado procedentes de otros museos de España.

Esta obra se ha llevado a cabo gracias al la colaboración de la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento y la Confederación de los empresarios sevillanos y demuestra que cuando hay interés los proyectos pueden salir adelante con la colaboración de todos en beneficio de los que de verdad importan que son los ciudadanos de Sevilla. Y además todos contentos, todo lo contrario a lo que ocurre con el caso anterior. No hace falta decirlo, por qué ustedes son inteligentes, pero ya se sabe que dependiendo del color que tenga el Ayuntamiento de la ciudad así se  acogen los temas en la casa de todos los andaluces. Lo digo sólo en una dirección porqué el Ayuntamiento si ha cambiado de color pero la Junta tiene el mismo desde hace más de tres décadas.

Tengamos la fiesta, la de la Virgen de los Reyes y las otras, en paz. Tengamos un nuevo Museo de costumbrismo sevillano en el Pabellón Real y el Centro Céramica  en Triana,  para disfrute de los ciudadanos y ciudadanas de esta hermosa ciudad, que todo tiene cabida en nuestro hábitat, desde la torre Pelli hasta la Giralda pasando por las setas de la Encarnación. El tiempo, ese juez implacable, lo pondrá todo en su lugar, mientras tanto dejémonos de rancios sloganes y mensajes, que aquí cabemos todos, sobre todo ahora que la ciudad está vacía.

Los días señalaitos

Estamos en los días señalaítos de la fiesta de Triana. Fiesta al sol y a la luz de la luna. Triana en la calle, el río como protagonista, la madrugada caliente y la cerveza fría, cante en el Altozano y San Jacinto como un rebosadero de la celebración. Eso viene a ser, más o menos, la Velá de Triana, la fiesta más antigua de Sevilla y  seguramente de España, que sobrevive desde el siglo XIII y que, llegados Santiago y Santa Ana, enciende el arrabal de Sevilla.

Sirve la Velá también de foco de atracción sobre el arrabal. Barrio de marineros, pescadores y alfareros, Triana es sin duda la zona de Sevilla con más personalidad. Personalidad que con orgullo manifiestan los nacidos allí y que se trasmite como por ósmosis a los no nacidos, pero residentes. Una personalidad forjada sobre la base de sus actividades humanas, mitos como las cavas de gitanos y civiles, mecidos en la cuna del flamenco y sentidos con la sencillez profunda de una soleá.

Triana, el pueblo marinero como le llama Ángel Vela, estuvo ligada a Sevilla durante siete siglos y medio por el cordón umbilical de un solo puente, primero el de barcas  que construyó Abu Yacub Yusuf en 1171 sustituido después por el de Isabel II, en 1852. Era la única vía que las unía. Naturalmente esta circunstancia también influyó en su carácter.

Todo ello ha marcado este hábitat con una tipología distinta en la que los trianeros, permítaseme, basan su hecho diferencial. Si a esto se le añade un cierto carácter reivindicativo  de los agravios y olvidos de los gobiernos municipales hacia el barrio, tendremos una imagen, que nos suena por machacona, sobre el concepto de comunidad histórica frente a la historia común.

Pero esta fiesta trianera nos permite, a los no trianeros, interesarnos por Triana, estar pendientes de sus pequeñas cosas, revivir sus tradiciones más antiguas, recordar a sus hijos mas notables y recorrer sus calles de manera más intensa. En una frase: la Velá nos permite vivir Triana; y esto es bueno por que una ciudad que tiende a mirarse el ombligo corre el riesgo de no ver lo que le está pasando en sus extremidades.

Fuera de los tópicos Triana está forjada con manos de alfarero del esfuerzo de pescadores, camaroneros, areneros, trabajadores del ladrillo y los tejares curtidos, ennegrecidos por el sol de justicia; y de delicadas manos de ceramistas, de pellizcos del cante y el baile, del temple y valor de sus toreros. De mujeres recias y bravas que el falúa cruzaban todas las mañanas el río para trabajar en la Real Fabrica de tabacos hasta que le pusieron la fábrica en esta orilla. Todo eso también es Triana, y mucho más.


Así que anímense, crucen el puente recorra de  el Altozano al final de la calle Castilla a encontrarse con la belleza de la muerte hecha gesto en la expiración del Cachorro. Vuelva por Pagés del Corro a San Jacinto donde Triana tiene un monumento al valor en la figura de su Estrella, admire el templo a la gracia en la Basílica de la Esperanza. Asómese hasta el río, animado por el reflejo de los farolillos, por el balcón de la calle Betis y observe desde allí Sevilla. Entonces comprenderá mejor la grandeza de esta ciudad. Y es que no hay mejor manera de ser sevillano, que ser de Triana.

Las calores


Tengo dos amigos cercanos que tienen diferentes puntos de vista a la hora de ponerse a escribir. El maestro Arbide habla de que él sólo escribe de lo que ha vivido. Lo lleva con orgullo y naturalmente hasta presume de ello.
José A. Ramírez Lozano, sin embargo, dice que él para escribir solo tiene que encontrar las palabras y ellas son las que le inspiran; y alega que si únicamente se escribiera para dar salida a un  sentimiento sería imposible, por ejemplo, escribir muchos poemas de amor arrebatado. ¡Vaya par!

Algo así me pasa hoy a mí. Si tengo que decirles algo sobre el calor de Sevilla, de la que tengo mucha experiencia y muy mal llevada, les contaría que es insoportable, insufrible; que tengo la sensación de que toda la hermosura que la engalana parece que se fundiera con la temperatura y desapareciera. Se hace entonces la ciudad áspera y desagradable y sus habitantes irascibles y malhumorados.
Esas noches eternas sin una leve brisa que refresque nuestro rostro y el sudor impenitente y odioso que nos hace gritar ¡Viva el aire acondicionado!

Siempre me ha intrigado que piensan los güiris que nos visitan en el mes de agosto, y sientan sus blancas carnes enrojecer por los efectos del Lorenzo campando a sus anchas por la ciudad durante tantas horas. En fin que quieren que les diga un suplicio.

Pero claro eso es hablar de lo vivido, de lo experimentado. Entonces prefiero no hablar, no escribir más, Resultaría repetitivo y tedioso.

Pero si me pongo a contarles algo sobre Rafael Cansinos Asens entonces mi experiencia como la de la mayoría de los sevillanos no será la base de la inspiración. Reconozco que de la obra de este sevillano exilado a Madrid para siempre no conozco casi nada, mas allá de sus inmensos trabajos de traducción que le hizo a D. Manuel Aguilar, Dostoievski, Schiller, Goethe, Balzac...  que en mi juventud leía con deleite y que a él le sirvieron de sustento en los años que estuvo prohibido bajo la única acusación de ser judío.

Para acercarme a la figura de Cansinos me basé en dos referencias que me llamarón poderosamente la atención: Que el gran Borges le considerara su maestro, y ¿como podía este sevillano de cortos estudios en los escolapios haber llegado a convertirse en un virtuoso políglota,  que realizó la primera traducción directa e íntegra del árabe al español de Las Mil y una noches y del Corán, todo ello acompañado de amplios estudios y además sin haber salido de España?

Mi curiosidad me llevó a indagar y a medida que lo iba conociendo su figura se hacía mas grande. Fue líder del ultraísmo, ese movimiento que hizo saltar el modernismo en el primer tercio del siglo XX. Y que de alguna manera también creó las base de la Generación del 27.
No es de extrañar que cuando Borges declarara a Cansinos Assens su maestro se le tome por una más de sus ficciones. Dice César Tiempo en el prólogo de Las luminarias de Janucá: “El autor de «Las luminarias de Janucá», en quien se da la circunstancia ver­daderamente sobrenatural del hombre que ha leído todos los libros, habla todas las lenguas y ha escrito tantas paginas como para dar la vuelta al globo terráqueo, sólo podía ser un personaje de ficción”. Pero no, Cansinos es un personaje real y su obra está esperando, por el bien de las letras espa­ñolas, su reconocimiento.

Cansinos Assens no es un caso aislado, un marginado solitario; es un ejemplo más de los muchos sevillanos injustamente olvidados, a quienes Sevilla  debe  un  desagravio. Así que hoy les invito a bucear en la figura y la obra de Rafael Cansinos Asens, en las páginas El autor y su obra de esta revista, para que se puedan hacer una idea de este sorprendente personaje. Pongan el aire acondicionado y olvidense de la que está cayendo ahí fuera.

La luz de los días


En estos días eternos del cenit del solsticio de verano, Sevilla se nos presenta como una ciudad bañada en luz, una urbe con una monumentalidad única que se ve reflejada, contrastada por esos infinitos rayos de sol que la enaltecen de forma incomparable, serena; donde todo el grandioso conjunto arquitectónico que atesora se ve resaltado por esa maravillosa luz que la identifica.

Esa luz de estos días es la misma que, como dice Paco Robles, buscaba Velázquez en los celajes del Gudarrama madrileño cuando cambio la Alameda por la Corte, la que guardó Antonio Machado en aquel papelito que le encontraron en el bolsillo del gabán tras su muerte en Colliure, la que entrevió Cernuda entre la nubes en Glasgow y que dejó escrita en la carta de amor más estremecedora que le hayan escrito a Sevilla, Ocnos. La luz del silencio donde Laffón mojaba su pluma para convertir los cirios de una candelería en el gran órgano de cera donde suena la música de la luz.

Es fácil comprender porque esta luz puede germinar la creatividad de sus mejores hijos, baste con detenerse un rato en la plaza de la Virgen de los Reyes y contemplar desde la blancas fachadas del viejo convento la hermosura de la Giralda en ese contraste de luz del atardecer con el cielo de Sevilla para quedar boquiabierto; y basta comparar la grandeza del alminar, único, rematado en barroco para ver empequeñecer las monumentales agujas góticas que decoran la puerta de los Palos con el fondo azul pálido del cielo a esa hora.

También puede comprobar todo el esplendor de la luz de Sevilla paseando una mañana por las callejas de Santa Cruz para observar la fuerza de los contrastes
De sombra y luz de su angostos callejones para comprobar la energía con que ésta se cuela por entre la trepadoras del Alcázar o ensombrece los rincones del Callejón del Agua.

Si necesita alguna muestra más de la luz de estos días, puede pasear en las horas punta de la tarde por la calles del entorno de Santa Clara y San Lorenzo. Verá en el blanco encalado de sus fachadas el reflejo más espectacular de la luz sobre un objeto y se sorprenderán del contraste con la sombra de los zaguanes de sus viejos caserones con los frescos patios al fondo. Le ayudará a comprende por que Romero Murube llevaba Sevilla en sus labios.

Pero si a pesar de todo ello no se siente satisfecho asómese al río grande de Sevilla cuando el ocaso empiece a declinar la tarde sevillana. Sí, pasee tranquilamente de los jardines de Delicias  hasta la Maestranza por el Paseo Colón, entonces podrá contemplar uno de los espectáculos de luz más impresionantes que puede apreciar el ojo humano y mire detalladamente como desaparece el sol por la colina del Aljarafe con la visión del puente y Triana en el primer plano. Tendrá que restregarse los ojos para confirmar que estaba vivo.

Toda esta belleza que nos trae la luz de estos días no está puesta ahí por el Ayuntamiento ni puede ser solo un reclamo turístico, es un don inconmensurable que nos brinda la naturaleza para enriquecer nuestro espíritu, para señalarnos que en esa luz, en esa belleza está el germen de lo que debe ser nuestra forma de vivir colectiva, en el fondo nuestra cultura.


Así nos gustaría que fuera Sevilla, la Sevilla eterna: una ciudad bañada en luz, una ciudad inspirada en la cultura. Esa luz debe ser la que de vida al cultivo del conjunto de modos de vida, costumbres, conocimientos y desarrollo del grado artístico de las gentes de Sevilla de esta época. Una ciudad que será tan extraordinaria como los sevillanos queramos que sea. Que la luz de estos días nos fecunde. 

Junco y romero


A las puertas del verano, el cuarenta de mayo esta ahí, Sevilla celebra los dos grandes últimos eventos de su grandiosa primavera, El Corpus y el Rocío. Dos fiestas con gran arraigo popular, olor a plantas silvestres y reminiscencias de infancia marcada por la angustia del desenlace del curso y la posterior llegada de la vacación estival, cargada de sorpresas y aventuras.

Junco y romero que alfombrará las calles de la ciudad el otro jueves resplandeciente para la cristiandad y que puebla el camino de los peregrinos hacia la aldea de Almonte. Dos grandes celebraciones cargadas de historia y con profundas raíces atávicas para celebrar la culminación de la primavera.

La festividad del Corpus Cristi que toma carta de naturaleza en 1264 se convierte durante la Contrarreforma en una de la celebraciones más importantes de la comunidad católica por que, marcaba claramente las diferencia teológicas y de culto sustanciales con el protestantismo, entronca en las más profundas raíces del mundo Mediterráneo, impregnadas de elementos religiosos, mágicos, rituales y míticos como los que están presentes en los cultos agrarios.

El Corpus Christi ha sido durante siglos la fiesta sevillana por excelencia. Conectó con la imaginación y sensibilidad popular, con la idea de que la fe es asunto público y participa toda la urbe. En la actualidad los sevillanos, aferrados a una de sus más
añejas tradiciones, se siguen echando a la calle para celebrarla. Dios en la calle se convierte en el reclamo que arrastra a un gentío de fieles. La procesión asume el papel de metáfora de la propia sociedad sevillana. De hecho, están representados todos los estamentos sociales, religiosos y militares, llegando a alcanzar el número de tres mil integrantes. Tal es así que en la ciudad se llega a ironizar que el que no desfila en la procesión ese día, no es nada en Sevilla.

Con el disparo de los cohetes se pone en marcha el otro gran acontecimiento de la tardoprimavera de la ciudad, la Romería del Rocío otro acontecimiento de fundamentos atávicos que también supone un desfile de sevillanos, bien distinto en este caso, para postrarse ante la Reina de las Marismas con demasiados flecos y aristas en su caminar con esa mezcla entre lo religioso y lúdico. La explosión de la primavera en el campo, la forma de celebrarla con más raíces ancestrales y otra representación viviente de la sociedad sevillana.

La ilusión del camino y el cansancio del regreso, otra vez las dos caras del divertimento. El largo camino de regreso quedará diluido con los días del alto sol del final de la primavera y la ciudad irá recuperando el silencio tedioso de los periodos entre fiestas. Habrá terminado el momento de figurones y figurantes el gran desfile de las vanidades terminó. Quedará la plegaría de los que en silencio suplicaron a sus devociones la protección, ayuda y una mirada que reavive sus esperanzas para seguir transitado por la vida.

La ciudad mientras tanto irá recuperando su normalidad y empezará a sestear entre los calores del verano soñando con los días grandes vividos, en esa primavera única, que la refleja en el espejo de la Sevilla que fue pero que ya no es.

El libro sale a la calle


En estos primeros días de mayo el libro sale a la calle en Sevilla, se va a la Plaza Nueva a recrearse, airearse y a entrar en contacto con la ciudadanía. Los sevillanos se acercaran hasta allí para disfrutar la fiesta de los libros. Unos observan perplejos, otros con curiosidad, con respeto, alguno se atreve a acariciarlos. Esa fiesta, que como todas las grandes fiestas de Sevilla se celebra en primavera, con olor a azahar y una poquita de calor, nos llega después de la gran fiesta del barroco y  la fiesta fatua de las sevillanas, es la fiesta de las palabras y del pensamiento.

Sevilla es por antonomasia una ciudad ideal para creadores, quizás una de las ciudades que ha sido argumento y escenario de mas historias y reflexiones. Y hoy, en una economía llena de dificultades, conviven en Sevilla un buen número de escritores, poetas y editores que –como dice el entrañable Julio Cuesta– seguro que darán que hablar.

Dándose todas estas circunstancias, la Feria del libro de Sevilla, va, sin embargo, por otros derroteros  y dedica el protagonismo a autores foráneos, de los que no discutimos en absoluto su calidad, pero entiendo sería muy saludable que la fiesta del libro en Sevilla estuviera dedicada a los escritores sevillanos, a sus grandes cronistas. ¿Acaso José María de Mena, Nicolás Salas, Antonio Burgos, por ejemplo, no ameritan ser el centro de la Feria del libro de la Plaza Nueva? ¿Tal vez Rogelio Reyes, Vaz de Soto, Paco Robles o María Sanz, no merecen atención en el evento de los libros de Sevilla? ¿Quizás los trabajos de Joaquín Arbide por recordarnos la Sevilla de nuestra juventud o los de Ángel Vela por revivirnos y dejar testimonio de lo acontecido en Triana, no tienen ningún interés? Y los que no puedo citar por falta de espacio, no por falta de recuerdo.

Estos son los consagrados, pero hay un grupo de jóvenes escritores, que necesitan como agua de mayo –no podía ser de otra manera– darse a conocer, intercambiar opiniones e ideas con sus lectores presentes y futuros, sentir el ánimo cercano del público; eso si es fomentar la creación, la lectura y al final el comercio del libro. Así es como yo veo la Feria del libro de Sevilla, como un reconocimiento a los consagrados y una plataforma para el lanzamiento de los nuevos, y piénsese bien las estrategias para atraer a los sevillanos al evento.

Yo creo que más que internacionalizar la Feria del libro de Sevilla, habría que sevillanizarla. Los que se acercan a la feria a comprar son los sevillanos, no los de fuera y si tiene que servir como plataforma para autores de otros páramos, sea, pero también de los creadores sevillanos. Con todos mis respetos, la Feria del libro es una fiesta local, no un evento macro donde editores y agentes negocian suculentos contratos y se corre a la caza del último bestsellers internacional, esto no es Frankfurt ni Guadalajara, ni Bolonia. Hagamos la feria para que los lectores conozcan a los hombres y mujeres que se esfuerzan en cantar a la ciudad, en contar su historia, en reflexionar sobre su pasado, presente o porvenir, y en inventar historias que transcurren por sus calles y plazuelas.


Desde esta tribuna animo a los sevillanos a acercarse a la Plaza Nueva a disfrutar de la fiesta de los libros, seguramente pasaran un buen rato, no les dé reparo, es uno de los mejores sitios donde se puede estar, vea, mire, toque los libros, hojéelos y si todavía le quedan unos euros en el bolsillo compre alguno. Recuerde lo que decía Lope de Vega: Es cualquier libro discreto (que si cansa, de hablar deja) un amigo que aconseja y que reprende en secreto. Le aseguro que no se arrepentirá.